Como te contaba en el post anterior que ese overall rosa -tu estilo-sigue ahí, aunque no lo uses todos los días.en instagram te dejé una versión más didactica de esto.
Pero hoy… llegaste justo para escuchar un cuento.

Había una vez, hace muy poco, en el comedor de una casa de ciudad, una mujer que pintaba.
Pegaba cosas, recortes, flores y retazos sobre una hoja cualquiera.
Todavía usaba su viejo overall rosa de juventud, y repetía este ritual cada vez que necesitaba encontrarse con ella misma.
Se preparaba un mate, se ponía el overall… y empezaba.
A crear.

A veces, lo que salía le encantaba.
Y le daban ganas de sacarle una foto y mostrarlo: subirlo a redes, mandarlo al grupo de la familia, compartirlo…
Y cuando veía una sonrisa, una mirada que aprobaba, esa felicidad primera se agrandaba.
La mesa quedaba hecha un lío, sí…
Pero una parte de ella sabía: “Después lo acomodo. Mañana lo ordeno.
Y esa noche dormía con una paz que no se explica.

Y otras veces… pasaba lo mismo, pero no igual.
Seguía su ritual, pero no encontraba esa chispa.
Sentía, sin escuchar, un murmullo de juicios flotando en el aire.
“Esto no está bueno.” – “Esto no va a gustar.” – “Esto no alcanza.”

Se levanta, cierra el cuaderno, deja ordenada la mesa, guarda todo en sus estuches y apaga la luz.
Y acá va otra parte de la historia.
Y acá viene lo importante:
Lo que cambia no es el mundo.
Lo que cambia es la mirada que tenés sobre lo que hiciste.
Tu propia percepción sobre el proceso.
Se levanta, cierra el cuaderno, deja ordenada la mesa, guarda todo en sus estuches y apaga la luz.
Y acá va otra parte de la historia.
Y acá viene lo importante:
Lo que cambia no es el mundo.
Lo que cambia es la mirada que tenés sobre lo que hiciste.
Tu propia percepción sobre el proceso.
Porque crear desde tu estilo propio no es simplemente “hacer lo que te gusta”.Es exponerte.
Es permitir que se vea algo que no editaste para agradar.
Es mostrar esa parte tuya que no negociaste con el afuera, una parte que no logra modas, que no busca aprobación, y que tal vez ni siquiera intenta caer bien.
Una parte fiel a tu verdad.
Es asumir que vas a ser vista tal cual sos. Como cantar arriba del escenario.
Y eso, para muchas de nosotras, da miedo.
Y aunque digamos que no nos importa el qué dirán, muchas veces creamos esperando secretamente gustar. – Y acá viene el ejercito del ego: ¿porque sinó para que tantos tutoriales, horas invertidas, cursos?
Incluso cuando decimos “esto es solo para mí”, hay una puntita de nosotras que observa el resultado y se pregunta:
“¿Esto sería suficiente si alguien lo viera?”
“¿Si no gusta, será porque no soy buena? ¿Porque no soy suficiente?”

Y te pregunto:
¿Todos los que aman bailar viven del baile?
¿Todos los que aman la música dan clases, llenan estadios o son virales en TikTok?
No.
Y nadie espera que así sea.
Pero con la pintura, con el arte visual… somos muy injustas.
Nos exigimos monetizar, mostrar, vender o al menos “sacarle algo” para justificar lo que hacemos.
Pero cuando creás, incluso sin mostrarlo, algo se acomoda adentro.
Aunque no guste. Aunque no lo entiendan. Aunque nadie lo vea más que vos.
Porque crear desde tu estilo no es solo expresarte:
Es recordarte que existís, que tu mirada vale, que tu forma de sentir el mundo merece espacio.
Incluso cuando es distinta. Incluso cuando desentona.
Eso es lo que quiere tu alma creadora.
No que guste. No que sea validado.
Solo quiere crear.
Y la satisfacción o frustración que tengas… no le cambian el rumbo.
Ella igual va a estar ahí, susurrándote imágenes, ideas, formas de jugar.
Los mensajes siguen llegando.
Aunque sea en voz baja, aunque no lo sepas, siguen haciendo lugar en tu mente y en tus manos.

Por que tu luz vino a brillar y a despertar a otras, como una vela que comparte llama y aun asi no se apaga.
Si no lo hacés por vos… hacelo por ellos…











